viernes, 2 de septiembre de 2011

La Ciénaga de Ayapel

La Ciénaga de Ayapel: Paraíso escondido de ColombiaEn 1535 el conquistador ibérico Alonso de Heredia, hermano del fundador de la histórica Cartagena de Indias, en su plan de expansión por descubrir y aumentar el dominio español llegó en su navegar rutinario hasta la ciénaga de Ayapel. Atraído por el embrujo de la belleza del paisaje que sus ojos contemplaron maravillados en esos momentos, de inmediato se asentó con sus acólitos a orillas de esta majestuosidad de la naturaleza para fundar a Ayapel. Eran predios del legendario cacique Yapé, quien comandaba al grupo de indígenas zenúfanos asentados en ésta parte naciente de la depresión momposina y desterrados con sus vasallos para ejercer el dominio que desde la madre patria se imponía.

El panorama de esta acuarela natural en aquella época histórica era más exuberante. La ciénaga adornada por conjuntos de apiladas garzas y demás especies de aves a lo largo del enjambre de manglares que bordean sus orillas resalta una vista indescriptible para el ser humano. Los amaneceres iluminados por el despertar de un sol radiante que emerge de manera lenta en el horizonte lejano resaltan los contornos de la serranía de San Lucas. Y en los atardeceres cuando se apaga el brillo del astro rey en el poniente el destello débil refleja en sus aguas, como barnizadas por la luminosidad, un atractivo único e inenarrable para el común de los parroquianos.
Asentado don Alonso de Heredia, como era la costumbre de los españoles de la época, bautizó a ese inmenso espejo de aguas tranquilas con el nombre de ciénaga de María Luisa y al poblado naciente con el antiguo nombre de San Jerónimo del Monte de Ayapel.

La ciénaga es una voluminosa masa hídrica que presenta un conjunto de rincones paradisíacos que reflejan con su relieve singular un juego armónico que con avidez invita de manera insaciable a descubrirle ese conjunto de encantos que ha guardado a través del tiempo. Descubrirla nos llevará a mimarla con dulzura. Su atractivo contagioso es más que aliciente para motivarnos a conservarla y protegerla, ya que estos lares exuberantes son pocos lo que quedan en el mundo. El hombre ha tratado destruirla, pero ella se ha resistido a morir. Es más poderosa su belleza y su hechizo que el afán del ser humano por devastarla.

Conocerla significa de inmediato aceptar un convite provocador para entablar un juego imperioso con la madre naturaleza que llenaría de generosidad infinita la relación armónica entre el hombre y la naturaleza, para que este paraíso acuático alimentado por caños y quebradas que vierten sus caudales lentos sobre ella fragüen un impresionante espectáculo donde la flora y fauna se conjugan para deleite de quien la contempla.

Es el fulgor de su gracia la que impacta por sus encantos quiméricos, y que nos estimula para conservar sus aguas y su entorno que sirven de relax para quien la conozca, para bregar que su biodiversidad siga albergando a las especies que adornan ese hábitat lleno de vegetación que representa un cuadro increíble de preciosidad inenarrable.